
Hoy he visto en un foro literario la enésima vuelta de tuerca al caso Rowling/Galbraith y me ha despertado varias reflexiones.
Para quien no conozca el caso, haré un pequeño resumen.
Casi todos, incluso los que no han abierto un «Harry Potter» en su vida, sabemos quién es J. K. Rowling, esa mujer británica que, gracias a las aventuras de un niño mago, sus amigos y su escuela de magia, pasó de parada a best-seller mundial. Hasta aquí, nada que no haya pasado otras veces (aunque es menos habitual de lo que algunos piensan).
Sucedió que, pasado el «furor Potter», J. K. Rowling quiso cambiar de tercio, y decidió escribir una novela para adultos. En un principio, mantuvo su nombre tal cual y publicó «Una vacante inesperada» (The Casual Vacancy), que recibió críticas tanto positivas como negativas.
No sé si como consecuencia de críticas tan dispares, Rowling eligió un seudónimo, Robert Galbraith, para su siguiente novela adulta, «La llamada del cuco» (The Cuckoo’s Calling), una historia negra de corte clásico, con detective atormentado incluido.
Pues bien, esta nueva novela recibió críticas excelentes, pero apenas se vendría. En esta situación, una revista, a la que le extrañó descubrir que Robert Galbraith, un completo desconocido, tenía el mismo agente literario que J. K. Rowling, decidió hacer un poco de periodismo de investigación y descubrió el pastel del seudónimo. Tras la publicación de sus pesquisas, la verdad se hizo pública, y en un día «La llamada del cuco» se convirtió en otro best-seller de J. K. Rowling, aunque ella sigue firmando los libros de esa serie como Galbraith.
En el foro mencionado, esto ha iniciado un debate acerca de las posibilidades que un escritor desconocido o poco conocido tiene de llegar a una gran editorial y convertirse en la nueva sensación del año, eso si al menos consigue que su manuscrito sea leído. Todos hemos oído hablar de leyendas urbanas, conjeturas, y otras ideas, en muchos casos carentes de fundamento, que señalan que las grandes editoriales (y muchas de las medianas) no leen los manuscritos de desconocidos, o ninguno en general.
Eso es cierto, en algunas editoriales, y falso hasta la médula en muchísimas otras. No quiero entrar de nuevo en ese debate, porque soy consciente de que el entrar en el catálogo de una editorial de cierta envergadura es, en muchos casos, una cuestión de tener contactos. Pero, amigos míos, los contactos también hay que trabajarlos. Uno no nace con contactos (algunos, seguramente los que no se los trabajan, usarán el término despectivo «enchufes») pero sí los puede hacer. Tampoco entraré en consejos sobre cómo hacer contactos, ya que eso daría para otro artículo completo (o varios). Un resumen rápido: ve a presentaciones, lee de verdad a otros autores de tu entorno y trata de interaccionar con ellos, etc.
Lo que sí me ha traído a la mente todo este debate, es la analogía que ilustra el título de este artículo.
Todos conocemos a Lionel Messi, una superestrella del fútbol que fue fichado por el F.C. Barcelona a la tierna edad de 13 años. Vaya, dirán algunos, qué suerte. Entonces, mi hijo de 13 años también podría ir al Barcelona, dirán otros.
Pues bien, de los hijos de 13 años que dan patadas a un balón y sueñan (ellos o sus padres) con el F. C. Barcelona, u otro equipo de similar envergadura, solo un porcentaje infinitesimal lograrán estar ahí a tan joven edad. Pero eso no quiere decir que no puedan acabar algún día jugando en un buen equipo de primera división. Quizá no el Madrid o el Barcelona, pero un buen equipo de la parte alta o media de la clasificación. Y algunos otros, tras pasar por divisiones inferiores, y esos equipos de la parte media de la tabla, al final acabarán en el Barcelona, jugando con el Messi de turno.
Entonces, siguiendo esta analogía que para cualquier aficionado al fútbol es una verdad innegable, que se ve a diario, ¿por qué el mundo editorial tendría que ser diferente?
J. K. Rowling parece Messi si no buceas mucho en su historia. Y la historia nos dice que el niño mago fue rechazado por más de una veintena de editoriales antes de ver la luz. Ya no se parece tanto a Messi, ¿verdad?
Por otro lado, de vez en cuando surge alguien que, con su primera obra, llega a ser publicado por, poniendo un ejemplo de todos conocido, la editorial Planeta. O tenemos ese otro autor que envía un manuscrito a una editorial o agente literario y recibe respuesta (a veces hasta positiva) en muy poco tiempo, cuando el resto de los mortales debemos esperar mínimo seis meses para tenerla (si es que recibimos alguna).
Bien, esos autores privilegiados son mis Messis. Y de la misma manera que están ellos ahí, en su gran grupo editorial, hay, dentro del mismo, autores que antes de llegar a ese nivel pasaron por editoriales pequeñas, medianas o autoediciones. Todos ellos están en el mismo equipo, pero muchos de ellos (mayoría) tuvieron que pasar por categorías inferiores primero. Pretender llegar al equipo de primera división de un plumazo es, valga la redundancia, pretencioso y poco realista. Siempre digo que si tu escritura o tus ganas de escribir están condicionadas por tu capacidad para que te publiquen o al menos te hagan caso, entonces tal vez no estás buscando ser esritor, sino vendedor de libros. Si ese es tu caso, salvo que seas un gran personaje mediático, te aconsejo que te ahorres frustraciones y busques algo que de verdad quieras hacer por el mero hecho de hacerlo. Si partes de la realidad de que te va a costar llegar a la cima y que, como muchos otros, hay grandes posibilidades de que nunca lo hagas, vivirás y escribirás mejor. Si eres capaz de asumir eso, y asumir también que deberás pagar las facturas con un trabajo más rentable, y acabarás robando horas al sueño para escribir, si logras interiorizar eso y, pese a todo, sigues teniendo ilusión por escribir (y talento, por supuesto) habrá muchas más posibilidades de que llames la atención de la persona o personas adecuadas. Y eso sí podrá llevarte a la cima, o por lo menos a un nivel muy respetable.
Todos querríamos ser un Messi de las letras y vivir en exclusiva de esto, pero, al menos a mí, la escritura me da más cosas que la simple venta.
P.D.: Espero, en no mucho tiempo, poder dar nuevas noticias sobre mi futuro literario cercano, pero, al menos de momento, deberemos ser todos pacientes.