Hoy voy a retomar la serie de artículos sobre la cantidad de gente aprovechada que hay en el mundo editorial, a raíz de mi última experiencia con otro de ellos.
Hace unos días, oí hablar de una nueva agencia literaria, lo cual me llevó a ponerme en contacto con la misma, con la idea de presentarles la sinopsis de una de mis novelas y ver qué ocurría. Para mi sorpresa, recibí una respuesta en sólo un día, cosa bastante inusual, pero había trampa, y cartón.
Dejaban a las claras desde el primer mensaje que me iban a pedir dinero, concretamente 220 euros, antes siquiera de leer mi manuscrito. En el pasado, ya he hablado de agencias literarias que cobran ciertas cantidades económicas por leer un manuscrito, pero tal cantidad me resultaba exagerada.
Existen varias agencias literarias que cobran una pequeña cantidad simbólica (por lo general, bastante menos de 100 euros) para que el dinero haga de primera criba. De este modo evitan que, por ejemplo, alguien que por la mañana se haya levantado con ganas de escribir una poesía que verse sobre cómo se saca los mocos de la nariz, decida enviarla a probar suerte, aun sabiendo que es una auténtica bazofia.
Hasta ahí, puedo entender lo de la cantidad simbólica, que en la mayoría de los casos ronda los 50 ó 60 euros, pero no que alguien pretenda cobrar 220 euros. Nada más leer el mensaje, me puse a hacer cálculos, y me bastó poco tiempo para sospechar que la intención de la agencia bien podría ser sacar dinero sin dar un palo al agua. Basta con que en este país haya 1000 escritores ilusionados con un manuscrito bajo el brazo (y seguro que los hay). Con que esos 1000 aficionados envíen un manuscrito a esa agencia y paguen 220 euros, los beneficios son impresionantes. Basta con gastar en sobres y sellos, en los pocos casos en los que el autor no haya contactado por correo electrónico, para que la agencia (si realmente lo es) gane varios millones de pesetas con el mínimo esfuerzo.
Es posible que entre los que lean este texto haya alguien que haya tratado con alguna de las agencias que cobran cantidades simbólicas, y tenga la tentación de «saltarme al cuello» metafóricamente, pero quiero que quede claro que no es la intención de este artículo demonizar a todo aquel que cobra dinero por la lectura. A pesar de eso, también quiero que quede bien claro que cuando se cobra algo tiene que ser para dar un servicio, no porque sí. Curiosamente, la agencia que menciono no me ofrecía nada, salvo el favor de su lectura. Cierto es también que un informe de lectura, lo que ofrecen otras agencias, tampoco es una gran garantía, pero digo yo que habrá más posibilidades de que sirva para algo si al menos han tenido que tomarse la molestia de redactarlo.
En conclusión, tened cuidado como siempre, el mundo literario está lleno de lobos con piel de cordero (ahora es cuando a nuestro querido Troll se le revuelven las tripas con eso de los tópicos), así que andad con ojo. Por supuesto, yo mismo soy partidario de acudir siempre a quien no cobra ni un duro, pero no negaré que el informe de un buen profesional (que me consta que los hay) bien vale pagar 50 ó 60 euros. Pero cuidado con los que cobran cantidades desorbitadas por ese «gran servicio» de lectura, que en muchos casos, ni siquiera realizarán.