¿Qué es realmente ser escritor?

Leyendo el blog de mi nueva «amiga» Maritornes (espero que no estar tomándome demasiadas libertades con lo de «amiga») en http://corteycorreccion.blogspot.com/, se me ha ocurrido incidir en el tema de la coedición y, por cercanía, en la cantidad de personas que hay por estos mundos que se consideran «escritores», sólo por saber juntar palabras con más o menos significado.

Más de uno y más de dos se estarán rasgando las vestiduras en estos momentos, pensando cómo puede ser que mi menda, un «escritor» que, salvo este blog y algunos relatos online, no tiene nada tangible (osea, en papel) publicado, pueda permitirse el lujo de criticar a otros en parecida situación, pero es que algunos ejemplos claman al cielo.

Las editoriales de coedición y/o autoedición están siempre desbordadas de trabajo, y en muchos casos, se debe a la gran cantidad de personas que se consideran escritores. Yo me pregunto: ¿qué es ser escritor? ¿Llenar hojas con palabras? ¿Saber juntar palabras en frases coherentes? ¿Contar historias interesantes o simplemente divertidas? ¿Tener algo que contar y plasmarlo por escrito? La respuesta a todas las preguntas, creo que es la misma: sí y a la vez no.

Considero, en mi inmodestia, que se me ha dotado con cierta habilidad para juntar palabras de una forma más correcta que el común de los mortales, aunque muchos hay y muchos más surgirán en el futuro que me dan mil vueltas. Pero no me considero escritor porque sepa escribir correctamente, que eso lo puede aprender cualquiera, sino porque, además de que me gusta escribir, pero, aún más importante, escribir CORRECTAMENTE, tengo una imaginación que desde pequeño otros han considerado muy activa, lo que me lleva a querer contar historias. El caso es que, si sólo hubiera querido contar historias y no supiera escribir, me hubiera encontrado en la situación de muchos otros, escribiendo auténticas burradas llenas de faltas de ortografía o incongruencias bestiales, sólo por el hecho de contar historias.

Tan mal escritor (al menos de ficción) puede ser el que sabe qué quiere contar pero no tiene ni idea de redactar correctamente, como aquel que, siendo en algunos extremos incluso pedante, escribe con una corrección supina, pero tiene menos imaginación o inventiva que un zapato de tacón. O aquellos cuya única obsesión es llenar y llenar páginas, que sólo sienten que son escritores cuando dicen orgullosos que han escrito una novela de 600 páginas, aunque luego sea más ladrillo por su contenido que por el peso de los folios que han usado para imprimir el manuscrito.

No voy a negar que yo, personalmente, cuento las palabras que he escrito al final del día, aunque se debe más a costumbres adquiridas en el pasado. Hace tiempo que me planteé escribir algo cada día, incluso llegando a marcarme un límite mínimo. A día de hoy, escribir me resulta tan fácil en comparación con cuando empecé, que el número de palabras es meramente anecdótico. Pero en un mundo en el que una editorial me rechazó un manuscrito porque ellos «sólo publican textos de más de 400 páginas», no me extraña que surjan obsesiones por el número de palabras que se escriben o porque escribir sea sólo juntar y juntar palabras. Por cierto, yo no soy un experto en maquetación, pero alguien debería explicarle a la persona de la editorial que me rechazó, que 400 páginas maquetadas no son lo mismo que 400 páginas en A4. Lo gracioso del tema es que el manuscrito que envié era de algo más de 200 páginas en A4 (eso sí, con interlineado doble), medida considerada más o menos estándar. De hecho, si no recuerdo mal, el mínimo que habitualmente exigen en gran cantidad de premios literarios, incluido el denostado Planeta, suele ser de 150 páginas en A4 a espaciado doble.

En conclusión, al menos en lo que a ficción se refiere, no vale todo, aunque uno pague por ello. Todos hemos tenido alguna vez en nuestras manos un libro, sea de un escritor reconocido o un novato, que nos ha dado dolor de ojos y de corazón leer, por lo mal escrito y/o corregido que estaba. Libro que, en muchos casos, sólo ha visto la luz por motivos económicos, bien que alguien haya pagado por él (el propio autor, una fundación muy filantrópica…) o bien que alguien considere que va a ganar mucho con él. Tal vez sea una manía mía, que me lleva a leer al menos una vez más cada artículo que escribo aquí o los que publico en foros en Internet, aunque sea un foro de cocina o de informática, pero escribir es algo más que juntar palabras. Y el que escriba habitualmente y después de terminar una determinada frase, haya tenido esa placentera sensación de haber dado con la metáfora perfecta que arrancará una sonrisa al lector, sabrá a qué me refiero.

Jorge dixit (y Pixit, como decía la Ministra de cultura)

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